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sábado, julio 24, 2004

Cuerpos llenos y máquinas sociales: los 3 grandes cortes. 

 
“Pues nadie hasta ahora ha conocido la fábrica del cuerpo de un modo lo suficientemente preciso como para poder explicar todas sus funciones”
Spinoza
 
El pensamiento, en la filosofía esquizoanalítica indudablemente nos lleva directamente a las máquinas. Desde un inicio se propone pensar  a las sociedades según las distintas máquinas que la componen. “Es evidente que puede buscarse siempre la correspondencia entre un tipo de sociedad y un tipo de maquina”.(1)

¿Pero como pensar estas distintas máquinas? Pensando en Jacques Monod : «  Les êtres vivants, par leur structures macroscopiques comme par leur fonction, sont, nous l’avons vu, étroitement comparables à des machines.»(2) Distinguimos entonces dos tipos de máquinas, las máquinas que llamaríamos técnicas, y componen piezas de grandes máquinas por un lado. Y por otro, máquinas deseantes que componen el conjunto de las relaciones y establecen conexiones con el resto de las máquinas y las cargan, las hacen funcionar. Estas máquinas entre otras (y creo que podríamos encontrar un tipo de maquinista en cada relación establecida entre estas) conforman el conjunto de las máquinas sociales y se insertan juntas sobre un cuerpo lleno al que están adscriptos y que funciona como megamáquica. Entre estas máquinas podríamos establecer 3 grandes cortes en el socius que si bien parecen marcar una linealidad en el tiempo, no caen nunca en desuso, se insertan una sobre la otra para seguir volcando el deseo sobre la producción, cuando la vigente parece no ser suficiente. Entre estos 3 grandes cortes podríamos destacar: una máquina Salvaje o territorial, Una máquina Bárbara o despótica y una máquina Capitalista o civilizada.

 
La máquina Salvaje o Territorial:
 
Deleuze y Guattari ven una primera expresión del socius en lo que ellos denominan máquina Salvaje. En este tipo de máquina, la producción deseante y con ella, todo el proceso de producción, va a estar inscripto sobre el cuerpo lleno de la tierra.”Pues la tierra no es tan solo el objeto múltiple y dividido del trabajo, también es la entidad única e indivisible, el cuerpo lleno que se vuelca sobre las fuerzas productivas y se las apropia como presupuesto natural o divino.”(3) Es en la tierra donde se inscribe todo el proceso de producción, allí se registran los objetos, se distribuyen los cuerpos y las fuerzas. Reúne sobre si misma toda la cadena de producción, herramientas, órganos humanos, etc...

En esta máquina las relaciones sociales se van a organizar según las relaciones de parentesco a través de la filiación o la alianza, por las cuales se van a distribuir los bienes. El objetivo de esta máquina es la inscripción del cuerpo a través de ritos crueles que codifican los flujos que tienden a escapar.”La crueldad es el movimiento de la cultura que se opera en los cuerpos y se inscribe sobre ellos, labrándolos… inserta a la fuerza el deseo en la producción y reproducción sociales.”(4) Todo ese movimiento de rituales  va a traer una forma muy particular de territorialidad que va a marcar linajes, phylum sobre el cuerpo lleno de la tierra que son anteriores al surgimiento del Estado.

 

La máquina Bárbara o Despótica:

 
En este tipo de régimen, la figura del Déspota viene ocupando el lugar que antes le pertenecía a la tierra y con el nace el Estado. Él surge renegando de las antiguas formas de alianza y filiación que se extendían sobre toda la comunidad como ente inmanente que se daban en la máquina salvaje, ya que su única filiación es con Dios, lo que marca su trascendencia con respecto a los otros miembros de la comunidad. Según Deleuze y Guattari: “El déspota es el paranoico.” Que se proyecta sobre el campo social instalándose en el límite de la producción como nuevo cuerpo lleno, que al mantener un régimen de filiación directa con Dios, es quien conecta a éste con el pueblo.

El Déspota es, en este caso, el que todo puede, concentra sobre si todas las fuerzas de la anti-producción, creando en lo hombres una deuda a cual todos quedan inscriptos a su mando, incluyendo la posibilidad de vida o muerte. De esta manera produce una sobrecodificación de los códigos salvajes distribuyendo los flujos según la amenaza de muerte, que se diferencia con la máquina Salvaje ya que en esta la muerte era algo vivido como natural. La muerte, en esta máquina Bárbara ya no es más el accidente, sino que pasa a pertenecer a las amenazas del Déspota. El surgimiento del Estado provoca una nueva división. Se para sobre el cuerpo lleno de la tierra, y lo divide. A diferencia del régimen anterior, este ya no separa los flujos sobre el cuerpo de la tierra, sino que actúa dividiendo a la tierra en si misma, marcando las diferencias a nivel territorial. Desterritorializando así, las codificaciones marcadas sobre la máquina territorial. “La unidad inmanente de la tierra como motor inmóvil da lugar a una unidad trascendente de una naturaleza por completo distinta, unidad de Estado; el cuerpo lleno ya no es la tierra, sino el Déspota, el Inengendrado, que ahora se encarga tanto de la fertilidad del suelo como de la lluvia de cielo, y de la apropiación general de las fuerzas productivas.”(5) El Estado es, aquí, el deseo del Déspota pasado a los sujetos que se inscriben a su cuerpo, lo que nos lleva a ver como hasta una de las mayores máquinas de represión puede ser fuente de deseo.

Es sobre el cuerpo lleno del Déspota, donde recae toda la producción, y este la siente no solo como suya, sino como surgiendo de él. Es interesante ver los análisis de Elías Canetti sobre la paranoia como una patología del poder y la masa(6), sobre todo en la necesidad de masa que este detenta. En su análisis sobre Hitler, él nos comenta que éste entendía que cada terreno conquistado era una parte más agregada a su propio cuerpo. “Es un hecho que Hitler guarda rencor a su ejercito por cada palmo de terreno conquistado que los soldados abandonen… Pues lo conquistado para Hitler es como un trozo de su propio cuerpo… El cuerpo del paranoico es su poder y con él medra o se marchita. Hasta el último momento el dictador se esfuerza por impedir que el enemigo profane aquel cuerpo.”(7)

Junto con el Déspota, surge la moneda, y con ella, la posibilidad de acumular. Recibiendo de Dios el titulo y poder, inscribe los aldeanos a su cuerpo haciéndolos trabajar para él, retirando todo aquello que exceda a la cantidad de trabajo invertido para poder reproducir los medios producción. Plusvalía que se retira del trabajo a través de pagos de tributos por deudas heredadas debido a leyes trascendentes. Con el surgimiento de esta nueva máquina, no queremos decir que se allá eliminado el otro sistema de códigos que había surgido con la máquina territorial, sino, por lo contrario, estos códigos pasaron a ser sobrecodificados en nombre de un déspota que se hace oír como primero en la línea filiativa. “Los engranajes de la máquina de linaje territorial subsisten, pero ya no son más que las piezas trabajadoras de la máquina estatal. Los objetos, los órganos, las personas y los grupos mantienen al menos una parte de su codificación intrínseca, pero estos flujos codificados del antiguo régimen son sobrecodificados por la unidad trascendente que se apropia de la plusvalía. La antigua inscripción permanece, pero enladrillada por y en la inscripción del Estado.”(8) De esta manera, el horror del Estado sigue siendo el mismo que atemorizaba a las sociedades salvajes: el terror a los flujos descodificados. Y es en este sentido en que el Estado surge sobrecodificando todos os códigos instalados en los regimenes anteriores, pero esta sobre codificación se va a ver enfrentada a otro tipo de desterritorialziación, para la cual el Estado parece no estar dando cuenta, ligada a una máquina que surge en el seno de las relaciones despóticas y se instaura como nuevo cuerpo lleno, el capital.

 

La máquina Capitalista.

 

Según nos traen Deleuze y Guattari, el Estado va a conocer su decadencia con la propiedad privada y la propiedad mercantil. Si el primer gran movimiento de desterritorializaciónsurge con la aparición del Estado y el déspota, ello nada es en comparación con este nuevo movimiento que se instala dando entrada a la máquina capitalista. Si bien, anterior a la formación del capitalismo, ya podíamos deslumbrar una moneda que descodificaba los flujos a través de la abstracción, eso todavía no era suficiente. Estas relaciones que surgían en el seno de la moneda, todavía funcionaban como lazos de alianza entre el comerciante (en vías de desarrollo) con los medios de producción, que todavía no le pertenecían al capitalismo, ya que seguían inscriptos sobre el cuerpo lleno del déspota.

Podemos decir que el surgimiento del capitalismo se da en el momento en que éste se vuelve productor de capital, y se pasan a reproducir así las relaciones capitalísticas. Es de esta manera que la producción toma como cuerpo lleno al Capital, que crea un nuevo socius en el seno de todas las relaciones sociales. Estas relaciones que ha tomado el capital como abstracción encargado de inscribir el valor, le ha aportado independencia del cuerpo del déspota, y va a pasar a fluctuar entre relaciones más complejas, llevándonos a esquematizarlas en ecuaciones. Por un lado, un capital variable, compuesto por la fuerza de trabajo. Por otro, un capital constante, formado por la propia fuerza del capital. “Que una apariencia matemática reemplace aquí a los antiguos códigos significa,  simplemente, que asistimos a una quiebra de los códigos y de las territorialidades subsistentes en beneficio de una máquina de otra clase, que funciona de otro modo. Ya no es la crueldad de la vida, ni el terror de una vida contra otra, sino un despotismo posmortem, el déspota convertido en ano y vampiro.”(9) De esta manera vemos al capitalismo producir un nuevo lenguaje que ya no se remite a las sobrecodificaciones significantes del Déspota sino a la producción de signos asignificantes(10) que parecen no mantener ninguna identidad fija, lo que le permite circular sobre todo el campo social.

Vemos surgir aquí una nueva forma de plusvalía. Si el salvaje y el déspota se apoderaban del sobrante, del plusvalor por codificación (plusvalía de código) que traía retribuciones de poder y prestigio sustentadas en la inmanencia de la tierra (por diferencia de series codificadas)(11) como en la trascendencia del déspota (debido, en este caso a una sobrecodificación de los flujos ya codificados) sobre los agentes productivos. El capitalismo se inscribe en un régimen diferente, apoyado en la propia inmanencia de las relaciones capitalistas, se apropia de la plusvalía por el flujo de capital sobrante que corre entre la ecuación:   Capital Variable/Capital Constante.   Flujo de trabajo sobre  flujo  de  capital. Como dice Marx: “La cuota de plusvalía dependerá, si las demás circunstancias permanecen invariables, de la proporción existente entre la parte de la jornada de trabajo necesaria para reproducir el valor de la fuerza de trabajo y el tiempo suplementario o plus-trabajo destinado al capitalista.”(12) Si los regimenes anteriores funcionaban a través de una captación y registro de los flujos a través de las  distintas líneas de código, el capitalismo actúa de forma contraria, genera una descodificación de todos los flujos anteriores, imponiendo sobre ellos una única línea axiomática al cual se conectan todas las fuerzas productivas. El capital surge en este caso como cuerpo lleno del cual deriva y a la cual se vuelca toda la producción.

Como en la máquina bárbara, el capitalismo llega desterritorializando las formaciones anteriores, y hasta, superándola a través de una descodificación, pero esto no quiere decir que los antiguos códigos tanto de la máquina territorial como de la máquina despótica hayan desaparecido, por lo contrario, vuelven a surgir una y otra vez y hasta a veces con más fuerza. Simplemente, ya no surgen como formaciones de base, sino como inscriptos en la línea axiomática. El despota en este caso, no desaparece para siempre frente al torbellino capitalista, él vuelve a surgir siempre que sea necesario pero siempre ligado a la línea axiomáticas trazada por el capital.

Desterritorialización y reterritorialización vendrían a ser entonces movimientos propios al capitalismo, que en un primer momento positivo libera las energías productivas del deseo y en un segundo momento captura el excedente de este flujo sometiéndolo a la línea axiomática.

 
Citas:
 

1)DELEUZE, “conversaciones” pág.  274

2) MONOD, J. « Le hasard et la nécessité », Points, pág. 111.

3)DELEUZE, G., GUATTARI, F., “AntiEdipo: capitalismo y esquizofrenia”, Paidós, Barcelona, 1998, pág. 146.

4) Ibíd., pág. 151.

5) Ibíd., pág. 152

6) CANETTI, Elías, “Masa y Poder”, Muchnik, España, 2000.

7) CANETTI, Elías, “La conciencia de las palabras”, Fondo de Cultura Económica, México, 1981, pág. 23.

8) DELEUZE, G., GUATTARI, F., op. cit., pág 202.

9) Ibíd., pág. 235.

10) “Asignificante: Se distinguirán de las semiologías significantes- aquellas que articulan cadenas significantes, y contenidos significados- de las semióticas a-significantes que obran a partir de cadenas sintagmáticas sin engendrarles efecto de significación, en el sentido lingüístico, y que son susceptibles de conectarse directamente con sus referentes en el cuadro de una interacción diagramática. Ejemplo de semiótica a-significante: la escritura musical, los corpus matemáticos, las sintaxis informáticas, robóticas, etc.” GUATTARI, F., “Cartografías del deseo”, La marca, Bs As, 1995,  pág. 201.

11) “La plusvalía de código es la fórmula primitiva de la plusvalía en tanto que responde a la célebre fórmula de Mauss: el espiritu de la cosa dada, o la fuerza de las cosas que hace que las donaciones deban ser devueltas de manera usuraria siendo signos territoriales de deseo y de poder, principios de abundancia y de fructificación de los bienes.” DELEUZE y GUATTARI,  op. cit., pág. 156.

12) MARX, K. “Obras Escogidas” Tomo I, Ediciones en lenguas extranjeras, Moscú, 1955, pág. 444. 

 
 

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lunes, mayo 03, 2004

Corpo e potência criativa. 

En la medida, por el contrario, en que capto en él la extensión de la existencia que se me ha revelado a mi en primer lugar, el objeto me llega a ser inmanente.” (Georges Bataille, “Sobre Nietzsche”).

O corpo ocupa um espaço, por ende, exerce um poder. Ocupar é apoderar-se, é ativar a forma, é fazer do corpo uma potencia que destroi, fragmenta, uma Spaltung de criaçâo que territorializa desterritorializando. Corpo que é capaz de entrar em espançâo ao infinito, mas só com relaçâo a outros corpos e sua diferença. E é nesta afirmaçâo do diferente em que o corpo se expande em contato com outros corpos, é só aqui que o infinito pasa a ser realmente expansivo, pois ele se constitiu do movimento. E o que é que permite este movimento senâo é o Corpo e sua relaçâo com a matéria(corpos)? Nâo existe o infinito sem o movimento, o que exite é o processo de infinitude, expançâo constante e eterna de uma multiplicidade que deriva de sua duraçâo. O corpo é sua propia extençâo quando entra em movimento. Sobre sua própia duraçâo é capaz de formar uma linha expresiva infinita que ao tocar seus limites, gera novamente uma expançâo, como um propio processo implosivo que fragmenta diretamente o seu eixo. O processo de infinitude é gerar uma nova potência, que se desprenda do corpo, como um novo, ocupando um novo lugar. “Cuanto más profundicemos en la naturaleza del tiempo, tanto más comprenderemos que la duración significa invención, creación de formas, elaboración continua de lo absolutamente nuevo”(Henri Bergson).
Instituir o corpo como modelo, essa é a idéia do “Deus” Spinoziano frente ao “cogito” Cartesiano, constituir uma realidade que se estenda independete da conciencia. Conciencia que só é capaz de registrar o efeito que ocorre entre dois corpos, registra-la em representaçôes que só provocam sintomas. Uma ilusâo, como a de um reflexo condicionado, e lhe atribuimos ser causa a priori. Pois o corpo supera a realidade que dele se tem. “Nâo sabemos o que pode um corpo”. Escolher o corpo como modelo é gerara uma nova potência.

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domingo, mayo 02, 2004

Problematización del Deseo en el Psicoanálisis 

Y puesto que son humanos, y responsables, e incluso nos quieren y están asustados, intentarán curarnos. Es posible que lo consigan. Pero todavía nos queda la esperanza de que fracasen.”
R. Laing

Entender y trabajar el concepto de Deseo implica siempre una importancia ética en la construcción de un espacio clínico, o más allá de este. Debido a esto, creo que es fundamental ahondar sobre este tema e instaurar una crítica sobre las concepciones psicoanalíticas que presentan este concepto en su forma negativa, creando, de esta forma un espacio micropolítico de análisis, ya que como nos trae Baremblitt: “…la imagen del Deseo en la cual uno cree, o que asume como propia contiene, implícita o explícitamente, valores que tienden a conducir la existencia, en un determinado sentido o en otro”.

Así, podemos ver, en un caso del propio Freud y retomado por Lacan como el deseo se va formando en el sujeto, o, va formando el sujeto en si mismo. En una oportunidad, Freud observó un niño de 18 meses, el cual jugueteaba con un carretel atado a un piolín, arrojándolo debajo de su cama haciéndole desaparecer, repitiendo un “o-o-o-o” al cual se le atribuye el significante “Fort” (se fue), y luego recuperándolo, tirando del piolín seguido de un “Da” (acá esta), acción a la cual le atribuía ser causa de mayor placer.

 
Este juego demostraba, según Freud, los importantes resultados del orden cultural obtenidos por el niño sobre su deseo, que, como renuncia pulsional lo ayudaba a admitir la ausencia de la madre sin presentar oposiciones. Freud va a analizar aquí como el niño cambia de actitud frente a la pérdida, pasando de ser pasivo a activo. “El acto de arrojar un objeto para que “se vaya” acaso era la satisfacción de un impulso, sofocado por el niño en su conducta, a vengarse de la madre por su partida; así vendría a tener este arrogante significado: “Y bien, vete pues no te necesito, yo mismo te hecho”.(1) Freud observa como, en el juego, si el niño tiende a repetir algo desagradable es debido a una obtención de placer de otra índole. Es a partir del juego que el niño toma control de la situación, abandonando él a su madre en forma simbólica, construyendo así el proceso de control por su parte. Antes era la madre que se ausentaba, ahora es él quien la ausenta arrojando el carretel. “En la vivencia era pasivo, era afectado por ella, ahora se ponía en papel activo repitiéndola como juego, a pesar de que fue displacentera.”(2)
 
Estas representaciones simbolizadas en los juegos de niños tienden a repetirse, sin desvincularse de las experiencias más dolorosas, produciendo en el niño, como dice Freud, un “elevado goce”. Y así, bajo el principio del placer, el niño crea un medio para poder representar los recuerdos, aunque estos sean de por sí displacenteros.
 
Frente a esta misma situación, otras interpretaciones son realizadas por Lacan, quien ve este duelo como la oportunidad de acceso al lenguaje simbólico (es necesario que la cosa se pierda para ser representada(3)). Es a partir de aquí donde el niño es capaz de pasar del ser objeto de deseo, al poseerlo. “Para dar un sustituto a esa vivencia en el ser, el niño deberá acceder a la dimensión del tener”. A partir de aquí es necesario que el niño pase de ser objeto de deseo para constituirse como sujeto de deseo para ese Otro. “Si no podemos tener la cosa (objeto perdido), la matamos simbolizándola por la palabra”(4). Este proceso consiste en transformar un Significante antiguo en uno nuevo haciendo pasar al antiguo por la barrera de la significación. Este nuevo Significante, que viene a sustituir al significante del deseo de la madre es designado con el titulo de Nombre del Padre. “Así, el símbolo se manifiesta en primer lugar como asesinato de la cosa, y esta muerte constituye en el sujeto, la eternización de su deseo.”(5) A través de estas dos interpretaciones dadas por dos de los mayores exponentes del psicoanálisis podemos ilustrar como las dos concepciones de este deseo tienen una tendencia volcada hacia la muerte, hacia la inmutabilidad. Ya sea la de Freud, quien ve esta actividad no como sometida al principio del placer, que tiende a sustituir un estado penoso a un estado agradable ya que repetiría un estado desagradable, sino como una tendencia de la vida a volver a su estado inorgánico, también llamado como pulsión de muerte. Sobre esto Freud escribe: “Las pulsiones orgánicas conservadoras han recogido cada una de estas variaciones impuestas a su curso vital, preservándolas en la repetición; por ellos esas fuerzas no pueden sino despertar la engañosa impresión de que aspiran al cambio y al progreso, cuando en verdad se empeñaba meramente por alcanzar una vieja meta a través de viejos y nuevos caminos. Hasta se podría indicar cual es esta meta final de todo bregar orgánico. Contradiría la naturaleza conservadora de las pulsiones el que la meta de la vida fuera un estado nunca alcanzado antes. Ha de ser más bien un estado antiguo, inicial, que lo vivo abandonó una vez y al que aspira a regresar por todos los rodeos de la evolución. Si nos es lícito admitir como experiencia sin excepciones que todo o vivo muere, regresa a lo inorgánico, por razones internas, no podemos decir otra cosa que esto: La meta de toda vida es la muerte; y, retrospectivamente: Lo inanimado estuvo ahí antes que lo vivo.”(7)
 
La interpretación de Lacan no se aleja tampoco de estar marcada por la muerte, ya que como el mismo expresa, “la palabra es la muerte de la cosa”. Haciendo que todas las singularidades tomen el orden primordial dado por el Significante, aplastando así, toda posibilidad volcada hacia nuevos universos caóticos. La interpretación estructural del sujeto elimina los caracteres creativos de éste. “El orden simbólico pesa como una capa determinista... La eternización del deseo, mentada por Lacan, es una petrificación”(8) del Deseo.
 
 
Sobre estas dos interpretaciones, podemos empezar a ver que constituye el deseo para el psicoanalisis, llevándonos a pensar que, como ya se sabe, el Sujeto del deseo, el que desea, es una parte separada de lo que se conoce como yo conciente y voluntario, por una barrera llamada represión. Pero, en si, lo que este sujeto inconsciente desea es un Objeto, que no existe en la realidad. El deseo para el psicoanálisis tiene como fin formar una representación, una metáfora de este Objeto, construyendo un mundo de fantasía que le permita llegar al estado de “placer”, que no es más que la ausencia de una carga displacentera, eliminando así el Deseo inconsciente, que es tomado como algo incomodo molesto (dispalentero). Según Freud “...la acumulación de excitación es percibida como displacer, y pone en actividad al aparato a fin de producir de nuevo el resultado de la satisfacción, en esta, el aminoramiento de la excitación es sentido como placer. Una corriente de esa índole producida dentro del aparato, que arranca del displacer y apunta al placer, la llamamos deseo.” (9)
 
Podemos ver así, como el deseo, para el psicoanálisis, esta marcado por un sentimiento de culpa que pretende eliminar el deseo en si mismo, parar de desear. El sujeto debe aceptar que no posee objeto real y su completa realización es imposible, generando así un ser totalmente en falta.
 
Vemos aquí, como el deseo se produce por una falta, el ser que carece es el ser del Deseo, que nada más desea una representación, su deseo no tiene objeto en lo real y debe ser simbolizado. La castración sería en este caso, la introducción del sujeto al mundo del Deseo, que es nada más una metáfora de éste, y, sometido a la ley del Padre, no puede hacer más que carecer y girar en torno de representaciones. Un ejemplo de esto está dado por Freud en su caso “El hombre de los lobos”, de donde despliega una gran cantidad de metáforas siempre arrastradas hacia el lugar trascendente del Significante, que dictamina lo que debe ser escuchado, interpretado, lo reprimido primordial,(10) proceso por el cual el psicoanálisis aplica un verdadero coup d´Etat al inconsciente. Pero si Freud no entendía nada de lobos(11), mucho menos de niños. Todo lo heterogéneo, las distintas multiplicidades reflejadas en este Fort Da se homogeneizan por la predominancia de este Significante despótico que se instaura con el advenimiento del Nombre del Padre como estructurante del deseo del sujeto. Aquí vemos como el complejo de Edipo juega un papel fundamental para el registro del deseo a través de una triple falta, ya sea castrado por la falta simbólica de un objeto imaginario, o frustrado por la falta imaginaria de un objeto real, o privado por la falta real de un objeto simbólico. Siempre es la falta, con su triple movimiento, la encargada de inscribir la ley en el deseo, arrastrando consigo toda una cadena de representaciones. El poder se separa de la multiplicidad y se configura a través del Significante (N. del P.). Surge aquí un código, que permite inscribir en el lenguaje su función meramente simbólica.
 
 
Así, estamos completamente de acuerdo con Deleuze y Guattari cuando escriben que “es preciso hablar de castración en el mismo sentido que edipización, pues aquella es su coronación: designa la operación por la que el psicoanálisis castra el inconsciente, inyecta la castración en el inconsciente. La castración como operación práctica sobre el inconsciente es obtenida cuando los mil cortes-flujos de maquinas deseantes, todos positivas, todas productivas, son proyectados a un mismo lugar mítico, al rasgo unitario del significante.”(12) En este sentido Edipo esta siempre al final de la producción cumpliendo una doble función, por un lado castra al deseo, luego lo registra, imponiéndole un representante manejado bajo e orden de lo reprimido primordial encargándose de llevar su repetición hasta el infinito. La asociación libre, en ves de abrirse hacia la sumersión caosmica de este inconsciente productivo, se petrifica en una representación teatral, condicionada por el Significante despótico. Edipo se apoderó de todas fuentes de deseo, como si el Deseo hubiera surgido de él.
 
No pretendo con este trabajo, cuestionar la existencia de Edipo, pues el principal problema es que éste funciona. Funciona como centro en el cual se apoya toda institución familiar como aparato represivo, ya que como nos recuerda Engels: “Famulus quiere decir esclavo doméstico, y familia es el conjunto de los esclavos pertenecientes a un mismo hombre.”(13) Pero debemos entender que entre sus tres ángulos estallan constantemente los flujos del Deseo hacia nuevos lugares, y sobre esto, el psicoanálisis nada puede hacer, más que tratar de filtrar toda producción deseante y llevarla hacia un mismo lugar mítico, donde prevalece la Ley. Entendemos entonces, que Edipo, siempre se trató de una cuestión política. Siguiendo a Reich: “El padre es, por así decirlo, el portavoz y representante de la autoridad estatal en la familia. Es una especie de sargento: subordinado en el proceso de producción, jefe en su función familiar; mira desde abajo a los superiores, se impregna de ideología dominante (de aquí su tendencia a la imitación) y es todo poderoso con sus inferiores; no se limita a transmitir las ideas de la jerarquía y de la sociedad, las impone.”(14) Edipo funciona como fórmula institucional del aparato de Estado, es el encargado de encerrar el deseo dentro de las dimensiones institucionales impidiendo el surgimiento de los caracteres creativos que giran entorno de la producción inconsciente. Pensamos que existe, anterior a la Nachverdrängung y a la propia Verdrängung una represión general, social, por parte de un aparato de Estado que nos conduce a desear la represión en si mismo como bien supieron plantear Spinoza y Reich.(15) Pero creemos siempre en la existencia de algo más, creemos en un nuevo Deseo, que ya no desea por falta, ni por represión; sino, por el propio impulso afirmativo de la vida que tiende a reproducirse en una lógica de Eterno Retorno.(16) “El polo revolucionario del fantasma de grupo aparece, al contrario, en el poder vivir las propias instituciones como mortales, en el poder destruirlas o cambiarlas según las articulaciones del deseo y el campo social, al convertir la pulsión de muerte en una verdadera creatividad institucional”.(17) El problema que planteamos aquí no es el de Ser tal o cual tipo de humano, para lo cual como dice Lacan “el complejo de Edipo es esencial…”(18), sino que, nos planteamos la posibilidad de Devenir inhumano, descubriendo las distintas poblaciones, las zonas de intensidad que atraviesan los cuerpos.
 
 
Es interesante ver como las memorias de Schreber están repletas de pueblos, razas, sexo, Dioses: teoría de un pueblo elegido por Dios, alemanes amenazados, por judíos, por católicos, eslavos; una serie de devenires, metamorfosis, presidente, muchacha, alumno, mogol. Schreber es hombre y mujer, padre e hijo, sujeto indefinido de forma trans-posicional. Pero más interesante resulta encontrarnos con las palabras de Freud, en donde ningún punto parece resistir al gran referente. Todo queda aplastado bajo los tres ángulos de un Edipo que parece volcar todo sobre el padre, Dios. Las razas, las culturas, las mutaciones, todos parecen ser aquí meros sustitutos de un padre ausente. Nietzsche declara, “Soy todos los nombres de la historia” aunque parece que para el psicoanálisis él único nombre que produce historia es el nombre paterno desplazado. Hablando del hombre de los lobos Lacan nos dice que: “El significante entonces, será dado primitivamente, pero hasta tanto el sujeto no lo hace entrar en su historia no es nada. El deseo sexual es, en efecto, lo que sirve al hombre para historizarse, en tanto que es a este nivel donde por primera vez se introduce la ley”(19). Pero en el caso de Schreber (y podría ser también el caso de Nietzsche), la ausencia de Edipo es interpretada por el lado de la falta del padre, falta de la ley. Un agujero en la estructura que nos deriva al otro lado de Edipo (preedipico), el de las identificaciones imaginarias en lo indiferenciado materno ¡Ya no hay forma de escapar! De un lado a otro se nos pasa, lo que es repudiado en lo simbólico, reaparecerá en lo real bajo la forma alucinatoria. Por lo tanto, todo el contenido social, histórico, político, racial del delirio es interpretado como un conjunto de identificaciones imaginarias ya no dependiendo de la falta edípica, sino de lo que falta para dejarse edipizar. Entonces vemos como el analista funciona como un aliado de la familia. Si la función de la familia es distribuir la carencia e instaurar la represión, el analista es el encargado de doblar este rito. En palabras de Freud: “La rectificación, con posterioridad (nachträglich), del proceso represivo originario, la cual pone término al hiperpoder del factor cuantitativo, sería entonces la operación genuina de la terapia analítica”.(20) Aquí radica uno de los principales problemas del psicoanálisis, en lugar de catexizar el campo social, buscando las distintas conexiones de los flujos, sus cortes, sus intensidades, sus atravesamietos, sus composiciones (maquínicas), este sigue en busca del mito, tratando de hacer aceptar al inconsciente las leyes de la carencia y promoviendo un sujeto construido en base a una deuda infinita. Análogo al proceso del capitalismo, el psicoanálisis actúa promoviendo esta deuda, como base del proceso de producción, instaurando la falta como eje de la producción. Deuda infinita por la cual el proceso de producción queda circunscrito a la lógica que niega el Deseo en si mismo. Pero toda falta no es más que producida, y así el psicoanálisis ha pasado de los objetos parciales fragmentados a un sujeto separado del su objeto de completud. El proceso inmanente de producción toma como resultado el producto trascendente separado subsumiendo a la producción en el producto al cual nunca se llega a alcanzar, pero es de él e donde nace todo Deseo. Así, se forma, sobre el campo de Deseo ( y llamamos aquí campo del Deseo, a todo el campo social) una especie de superficie que opera capturando las fuerzas del deseo entorno a representaciones que tienden a eliminar así, todas las fuerzas de la diferencia, “por medio de amalgamas, de metáforas, de analogías mal controladas, se dibuja el perfil de un pensamiento “reaccionario” que tiende con apasionamiento a la inmovilidad de las cosas para garantizar el orden precario del hombre.”(21)



CITAS:

1) FREUD, S. , “Más allá del principio del placer”, Obras Completas, tomo XVIII, Amorrortu, Bs As, 1984, pág. 16.
2) Ibíd.
3) LACAN, J., en DOR, J., “Introduçâo à Leitura de Lacan: o inconsciente estruturado como linguagem”, Artes Medicas, Porto Alegre, 1989, pág. 90.
4) Ibíd., pág 91.

5) LACAN, J., “Escritos 1”, Siglo XXI, México, 1984, pág, 307.

7) FREUD, S., op. cit., pág. 38.

8) GUATTARI, F. “Caosmosis”, Manantial, Bs As, 1996, pág. 93-94.

9) FREUD, S., “La interpretación de los sueños” Tomo V, Amorrortu, Bs As, 1984, pág. 588.

10) “La migración del material (escena primordial-historia del lobo- cuento de los siete cabritos) es reflejo del progreso del pensamiento en el curso de la formación del sueño: añoranza de la satisfacción sexual por el padre-intelección que esta condicionada a la castración-angustia ante el padre”. FREUD, S., “De la historia de una Neurosis Infantil (el Hombre de los Lobos) ” Tomo XVII, Amorrortu, Bs As, 1984, pág. 41.

11) Referencia al texto de Deleuze y Guattari, “¿Uno solo o varios lobos?”. Ubicado en “Mil Mesetas: capitalismo y esquizofrenia”, PRE-textos, Valencia, 2000. “Ahora bien ¿Quién ignora que los lobos van en manada? Nadie, salvo Freud. Lo que cualquier niño sabe perfectamente. Freud lo desconoce”, pág.35. “Para él siempre habrá que reducirlo todo a lo Uno: las pequeñas cicatrices, los agujeritos serán siempre subdivisiones de la gran cicatriz o del agujero mayor llamado castración…”, pág. 38

12) DELEUZE, G.-GUATTARI, F., “El Anti-Edipo: capitalismo y esquizofrenia”, Piadós, Barcelona, 1998, pág. 66.

13) ENGELS, F., “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, S/F, pág. 64.

14) REICH, W., “La revolución Sexual”, Planeta –Agostini, Barcelona, 1993, pág. 96.

15) “Por ello, el problema fundamental de la filosofía política sigue siendo el que Spinoza supo plantear (y que Reich redescubrió): “¿Por qué combaten los hombres por su servidumbre como si se tratase de su salvación?”…”Nunca Reich fue mejor pensador que cuando rehúsa invocar un desconocimiento o una ilusión de las masas para explicar el fascismo y cuando pide una explicación a partir del deseo, en términos de deseo: no, las masas no fueron engañadas, ellas desearon el fascismo en determinado momento, en determinadas circunstancias, y esto es lo que precisa explicación, esta perversión del deseo gregario”. DELEUZE, G.-GUATTARI, F., op. cit., pág. 36.

16) Para una interpretación del Eterno Retorno aplicada en este trabajo ver Nietzsche “ Asi hablaba Zaratustra” cap. III. DELEUZE G. “Nietzsche y la Filosofia”, Anagrama, Barcelona, 2000, pág. 70 y sig. También la noción de circulo vicioso en: KLOSSOWSKI, P., “Nietzsche y el Circulo Vicioso”, Altamira, Argentina, 2000.

17) DELEUZE, G.-GUATTARI, F, Ibíd., pág. 68-69

18) “…para que el ser humano pueda acceder a una estructura humanizada de lo real” LACAN, op. cit., pág. 283.

19) Ibíd., pág. 225, el subrayado fue resaltado por mi

20) FREUD S., “Análisis Terminable e Interminable”, Obras Completas, tomo XXIII, Amorrortu, Bs As, pág 230.

21) FOUCAULT, M., “Las palabras y las cosas”, Siglo Veintiuno, Argentina, 2002, pág. 269.




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domingo, abril 25, 2004

De la Subsunción Formal del capital sobre el trabajo a la Subsunción Real del capital sobre la sociedad.  

Pensar el capitalismo actual, es poner en cuestionamiento las nociones utilizadas para pensar el capitalismo en si. Desde Marx este viene siendo analizado a través de sus relaciones de contradicción, por las cuales se nutre. La dialéctica entre trabajo y capital, es, en si, la relación fundamental que sustentaba el (des)equilibrio necesario para la reproducción de este sistema.

Pensamos que es conveniente aquí, entonces, definir las relaciones entre trabajo y capital y los cambios que esta relación esta sufriendo en esta nueva etapa del desarrollo del capitalismo. Para esto nos apoyamos en la opinión de Antonio Negri y Michel Hardt cuando dicen que “…habría que considerar el capitalismo posmoderno desde la perspectiva de lo que Marx denomina la fase de la subsunción real de la sociedad en el capital” , ya que en una fase anterior (Subsunción Formal del Capital sobre el trabajo), el capitalismo se limitaba a ejercer su hegemonía sobre la producción, pero todavía quedaban innumeros procesos en los cuales este no incidía.
En esta fase, el proceso del trabajo es subsumido bajo la dirección y administración del capital. Pero este, captura al trabajo en la misma forma en que lo encuentra. Si bien el capital se apodera de las relaciones de trabajo, esta actúa como una fuerza exterior, que es importada a las relaciones capitalistas, pero que nace afuera de estas relaciones. Durante esta primera etapa, los capitalistas se limitan a convertir los talleres artesanales en empresas capitalistas y a los artesanos en asalariados; hacen poco más que explotar el trabajo ajeno dejando prácticamente intacta la estructura productiva o modo de producción de las corporaciones artesanales heredades del sistema social anterior. Aquí, el capital sólo puede crecer extendiendo la base técnica dada, esto es, empleando más operarios en el manejo de otros tantos medios según la relación técnica dada, durante más horas por jornada y con el mismo salario. El capitalista actúa comprando una fuerza ajena, directa e individual a través de la apropiación del tiempo del sujeto.
El Capital, todavía adscrito a los lugares de encierro, donde la fábrica cumplía un rol central, tiene como meta reclutar fuerzas de trabajo desde el exterior, ya que necesita un aumento de la potencia para el desarrollo de la industria y la producción.
 
Como afirman Hardt y Negri: “En esta fase de la subsunción formal, el trabajo, por muy interiorizado que este en el seno de las relaciones capitalistas, continua siendo, en esencia, externo al desarrollo capitalista.” Esto obliga al capitalista a aceptar que es el trabajo quien surge como fuerza productiva, como fuente de riquezas llevando a separarlo del capital, que actúa como mero gerente. “La fuerza laboral es el elemento más interno, la verdadera fuente de capital. Sin embargo, la fuerza laboral representa al mismo tiempo el exterior del capital, esto es, el lugar donde el proletario reconoce su propio valor de uso, su propia autonomía y donde basa sus esperanzas de liberación.” Creemos que traer esto es de vital importancia para la producción de subjetividad debido a que, en esta etapa, al ser el trabajo una base fundamental (Grundnorm) de producción de valor fuera del capital, el Estado debía mantener a través de normas jurídicas y económicas una mediación sobre estos antagonismos creados entre trabajo y capital haciendo que las fuerzas productivas no desborden los limites e intereses del capital colectivo con respecto a los capitales individuales. “El Estado es necesario para mediar con prudencia e los intereses de los capitalistas individuales y elevarlos en función del interés colectivo del capital. De ello se desprende que los capitalistas se opondrán a los poderes del Estado, aún cuando el Estado esté obrando a favor del interés colectivo de todos los capitalistas. En perspectiva del capital social total, este conflicto es en realidad una feliz dialéctica virtuosa.” Es interesante ver como, en el río de la Plata, sobre todo en Argentina, en la época del peronismo, el Estado actúa regularizando los procesos de trabajo dentro del Estado, a través, por ejemplo, de la legalización de los sindicatos obreros, donde estos pasan a cumplir una función, más relacionada con la parte burocrática, dejando de lado otros compromisos que este mantenía con los movimientos revolucionarios, sobre todo con el anarquismo. Esto llevo a la decaída de gran parte del movimiento obrero revolucionario. Como dice Guattari y Negri “La izquierda se ha aferrado a las estructuras estatales tradicionales en el mismo grado de progresión con que se desmoronaban las viejas relaciones de conflictualidad y de compromiso que ella regulaba desde hacia decenios y que constituían el único fundamento de su “legitimidad.”

Los cambios que se vienen gestando en el capitalismo posmoderno, del cual la empresa actúa como un agente importante, traen consigo una nueva etapa en relación con el capital y sus conexiones, llevándonos a eso que Marx ya había anunciado como Subsunción Real del capital sobre el trabajo. En este nuevo proceso, podemos ver como el capital parece no tener ya un exterior, los procesos parecen surgir desde adentro del capital mismo. A través de una socialización de la producción, y de los avances tecnológicos el capital va transformando al trabajo en una actividad que parece tener su génesis dentro de las relaciones de capital bañando con él todo el campo social. “En la actualidad, las normas específicamente capitalistas de las relaciones de producción y de explotación capitalista que se desarrollaron en la fábrica se han filtrado a través de los muros de la fábrica hasta penetrar y definir todas las relaciones sociales.”
El conocimiento científico surge como base para el desarrollo del sistema fabril y de su organización, estas máquinas producen una nueva subjetividad que nos presenta a los obreros, ya no como sujetos que emplean los medios de producción de los capitalistas sino como medios de producción empleados por las maquinas; presentando, de esta manera a la fuerza productiva del trabajo como surgiendo de la fuerza productiva del capital invertido.
En esta nueva fase del capitalismo, este capital se presenta ya no como simple administrador de las relaciones laborales, sino que surge como productor de estas relaciones. La forma extensiva de integración del trabajo por el capital dada en la fase anterior pasa a sustituirse por una forma intensiva, cualitativa. Pues el capital en esta nueva etapa ya se ha extendido por todo el marco social. El trabajo directo e individual pasa a ser sustituido por una combinación de este en la actividad social sumado al desarrollo tecnológico. Pero esta actividad social ya no es producto de la actividad del trabajo, sino que tiene su base en la fuerza productiva del capital. Como dice Marx: “Este desarrollo de la fuerza productiva del trabajo objetivado, en contraposición a la actividad laboral más o menos aislada de individuos dispersos, etc., y con él la aplicación de la ciencia – ese producto general del desarrollo social- al proceso inmediato de producción: todo ello se presenta como fuerza productiva del capital, no como fuerza productiva del trabajo en cuanto éste es idéntico al capital” . El capitalismo surge aquí, sobre todo apoyado en la noción de mercado, como una máquina que funcionara automáticamente produciendo todas las relaciones sociales ya no encargado de aumentar la producción (de eso el capitalismo ya demostró dar cuenta) sino de distribuir los productos, ya que enfrenta un nuevo problema debido a la gran cantidad de producción, el consumo.
 
Es sobre estos pilares, que el Estado posmoderno surge, apoyado en la idea de hacer circular la producción. Las normas jurídicas ya no tienen porque regular la relación dialéctica formada por el trabajo y el capital como antagónicos, pues el capital pasa a ser visto como fuente de donde surge el trabajo. “Una constitución posmoderna no debe atender a la producción sino a la circulación de normas y derechos a lo largo y ancho del sistema jurídico … La posmodernidad indica el final de la dialéctica: en este caso el final de la dialéctica entre trabajo y capital en la constitución del Estado social.”

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"La palabra más digna para designar lo mediocre es, como se sabe, la palabra "liberal".
Nietzsche
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